Checklist.

No soy amiga de pasar balance, quizás porque planificar a futuro nunca se me ha dado muy bien. La famosa lista adolescente de “Qué estaré haciendo cuando cumpla 25 años”, nunca fue una práctica mía. Puedo atribuírselo a muchas razones, todas válidas en su momento: incapacidad de pensar en el futuro lejano (a veces hasta 5 días me resultan lejanos), una impulsividad batallante que me ha llevado por los cabellos en innumerables ocasiones, pocas o bajas expectativas. No sé. La cuestión es que nunca me fijé metas con deadlines, mas bien he vivido ¿libremente? Improvisando es más correcto. Nunca fue una decisión consciente pero así lo hice y ya es tarde.

Siempre creí en el destino, en las señales, en que la vida misma te lleva a donde debes ir. Rebelándome siempre contra quienes veían la vida como un plan cerrado, limitado, al que hay que “organizar”. Ya debería haber entendido que estaba ligeramente equivocada, pero otra vez no.

Los desvíos, los cambios de dirección han sido una constante en mí. El decidir hoy juyendo para después arreglar y tratar de enderezar. Pero también el disfrutar sin esperarlo, el querer sin preparación.

Por todo esto, ahora que estoy casi ante un umbral que ni me atrevo a mirar a los ojos quisiera sentirme incompleta o insatisfecha. De verdad. Quisiera sentirme así. Aunque sea para sentir que sí me faltan cosas por lograr, sueños que realizar, metas que cumplir. Como para decir “busca los bríos que aún te falta mucho”. Pero no. No me siento con ánimo de hacerlo. No puedo decir a esta altura del juego logré tal cosa de mis objetivos porque, honestamente, creo que no tenía ninguno. Ninguno aparte de vivir. Qué logré, qué perdí, qué dejé escapar, son nociones que tengo muy claras y no es sólo un día en que las reconsidero, por muy mi cumpleaños ni primero de enero que sean. En mi favor debo decir que sí tengo alrededor de dos años proponiéndome metas (yo las llamo “cosas” para que no me intimiden), y el resultado ha sido halagüeño: 5 de 7. ¿no está mal verdad?

Pues así, en este estado me encuentran mis casi 35. Debería deprimirme pero no siento que tenga por qué; debería estar eufórica de la alegría, de la autorrealización, pero tampoco. Estoy lo que se llama en contemplación. Ahora, eso sí, de que nadie me quita lo bailado, nadie!